Tuve una infancia feliz. Feliz, divertida y con la posibilidad de jugar en la calle, de salir a chapotear en el barro cuando llovía, de andar en bici hasta tarde, de dejar juguetes tirados en la vereda, de treparme a los árboles (sí, tengo un costado medio “cacho” diría).
Treparme a los árboles era mi mayor diversión, y lo era casi exclusivamente porque lo veía como el único modo de lograr lo que quería cuando era chica: quebrarme. Sí, así como lo leen, de chica yo quería quebrarme; quebrarme lo que sea, un dedo, un pie, con tal de que me pongan un yeso, estaba obsesionada con que me enyesen y llenarlo de dibujitos, y faltar a la escuela. Así que cada vez que trepaba a un árbol intentaba bajar de formas diferentes para ver si alguna vez cumplía mi objetivo
En mi casa natal había en la vereda un árbol del paraíso bastante alto. A fuerza de romper zapatillas y rajar pantalones había logrado hallar la forma de treparlo: un pie acá, el otro, estirar el brazo hasta agarrar esa rama gruesa, un poco de fuerza y listo, arriba!
Ver la vida desde ahí arriba era otra cosa, y una vez que aprendí a subir, vivía más horas ahí arriba que en el piso.
Como todos, yo también tuve una mejor amiguita barrial, a quien a fuerza de que se llene de moretones, logré enseñarle a trepar el árbol y sumergirla en mi locura masoquista.
Fue con esa amiguita que una tarde de verano planeamos una gran bajada del árbol del paraíso: nos íbamos a tirar con un paraguas desde lo alto del árbol. Así que ahí llegó cada una al otro día con el elemento volador, y varios espectadores barriales observando la aventura
Recuerdo claramente que mi amiga tenía puesta una pollera de jean, con una hilera de botoncitos a presión en el frente. Recuerdo que nos acomodamos cada una en una rama, y ahí finalmente yo sentí que mi sueño se iba a cumplir, y lo mejor: acompañada. Mi amiga se paró en la rama, abrió su paraguas y se largó. Fueron dos segundos hasta que llegó al suelo. Y menos de dos segundos en los que se miró, la miré desde lo alto, y nos dimos cuenta que había llegado al suelo… en bombacha. La mala suerte quizo que la pollera se enganchara cuando se tiro y toc toc toc uno a uno se desprendieran los botones. Quedó en la vereda, con el paraguas en la mano, la pollera en lo alto del árbol y una vergüenza que creo nunca se le fue. No se cuanto tiempo estuve riéndome ahí sentada sobre esa rama, y ella terminó tentada también; en bombacha y muerta de risa en la vereda. Sí se que finalmente cuando se me pasó la tentación y me tiré finalmente con el paraguas, me olvidé de todas las formas que había planeado para caer y quebrarme, y caí parada.
Nunca más pude convencer a mi amiga de repetir la experiencia, y yo la intenté otras veces pero sin suerte. Al tiempo al viejo árbol de paraíso en mi vereda lo sacaron y yo, yo me quedé sin yeso.
Cambiando de tema, pssss a vos te digo sí sí: si querés ver la vida en rosa, pegáte una vuelta por el face de OH! donde encontrarás cosas como estás:
jajaja...qué divertida anécdota!!
ResponderEliminarcon mis hermanas, como había muchas que usaban aparatos y nosotras no, nos hacíamos con alambre aparatos y andábamos con eso en los dientes...un horror...la del yeso también, pero nunca tuvimos, era lo más tener yeso y que todos te lo firmen...
hoy lo pienso y digo, por favor que mi hija no tenga que tener un yeso nunca...jajajaja
besos Clo!!!!!!
Sabés que yo también quería quebrarme cuando era chica? en mi grado siempre había algun quebrado y me parecía divertidísima la idea de que todos me escribieran cosas en el yeso. Beso!
ResponderEliminarSi, era lo más! el yeso con dibujitos, faltar al cole unos días, recibir todas las atenciones. Pero nunca me quebré. Tranquila que en unos años, seguro se te quiebra la cadera. Beso!!!
ResponderEliminarjajaaa por favor qué locura tienen con el yeso??! debe ser incómodo, caluroso, molesto! para dibujitos yo prefiero un cuaderno jajaaa!
ResponderEliminarjajajaa! Buenísimo el cuento! Me la imagino ahi tirada y a vos matandote de risa!
ResponderEliminarJajajjja morí con la anécdota ajjajaja Seguís siendo amiga de esa chica??? ajajajja pobre se quedó en bombacha y vos riéndote ajajajj
ResponderEliminarMe encantó la vajilla. besote!
NOOO!! Yo también soñaba con un yeso! Y entre los 12 y los 15 tuve tres, dos en la pierna izquierda y uno en la derecha! A mí se me dio con creces! También quería usar lentes a toda costa, hasta mentía en el oculista, pero no engañé a nadie. La vida me bendijo unos años después con miopía, desde los 20 que uso lentes permanentemente. Ja.
ResponderEliminarMe encantó tu historia.
Besos y buen miércoles!
Si tu amiga es Paz, te perdonó y te dejó recién un mensaje divino en el Soy blogger que tenés que ir a ver! Divina la historia. Beso, M.
ResponderEliminarQué hermosísimo poooost! E sgenial el recuerdo. Me encantó. Alguna vez finalmente te quebraste? Vos tenías noción de que eso te postraba por días quizá meses? Ay Dios, creo que sólo de pensarlo me sale urticaria. Tanto sedentarismo mataría a una intrépida escaladora como vos!
ResponderEliminarUn beso enorme!!!
Así las quería agarrar eh! Varias locas que querían quebrarse de chicas! (Roxi! también hice la de los aparatos! y un día se me clavó un ganchito en la encía y terminé en el hospital je)
ResponderEliminarPara las que preguntaron: nunca me quebré!!!!
Es horrible usar yeso, sobre todo en verano como me pasó a mi. Te pica el brazo y no te podés rascar. un horror.Jajajaja!!!1
ResponderEliminarVenía a decirte que estás completamente loca por desear un yeso, pero después del comment de Roxi, me acordé de mí misma, poniéndome los palitos de chupetín a modo de aparatos, así que... me llamo a silencio.
ResponderEliminarBesos!
Qué anécdota más divertida!!!!! pero eso de quebrarse .... qué locura!!!!
ResponderEliminarSaludos y hasta la próxima!!!