Hace semanas que vengo pensando en escribir por acá. Semanas que digo: hoy me tomo un rato y escribo.
Y me pongo a hacer otras cosas, y la rutina, y el trabajo, y se termina el día. Y cuando me acuerdo, a modo de justificativo, me repito: no tengo tiempo.
Y así ando por la vida, repitiendo ese mantra: no tengo tiempo.
No veo a mis amigas más seguido porque no tengo tiempo.
No voy a lo de mi vieja a tomar un mate porque no tengo tiempo
No juego más rato con mis hijos porque no tengo tiempo.
No leo un libro porque no tengo tiempo.
Y así, todo el tiempo. Toda la culpa se purga porque no tengo tiempo.
Ayer me acosté con la noticia de que Badía nos había dejado. Y no sé si es que vengo de días en los que me siento superada o qué, pero la noticia me pegó. Lloré largo y tendido. Yo crecí mirando Badía y Cía., y es medio como sentir que una parte de la infancia (porque yo tenía 9 o diez años en esa época) se va con él. Siempre me pareció un tipo lleno de energía, lleno de proyectos, que aún en plena enfermedad, mientras la luchaba, intentaba sacarle el lado positivo a todo. Miraba fragmentos de entrevistas, y justo pasaron una última que le hicieron el día de los Martín Fierro, donde contaba que estaba feliz de estar trabajando, y que tenía muchas ideas para próximos programas y demás. La pucha… Alguien que sabe que la vida le está jugando una mala pasada se toma el tiempo de estar generando cosas nuevas, con tanta energía, aún sabiendo que muy posiblemente no las pueda llevar a cabo. Me sentí egoísta la verdad, y pienso que de seguro, en algún momento me voy a arrepentir de escudarme en eso de no tener más tiempo. Algo, alguien, me va a pasar factura de eso. Y debería empezar a dejar de preocuparme, y ocuparme mejor.
No es una vuelta del todo feliz al mundo de la escritura blogger, pero es un volver, y recomenzar… me doy la bienvenida, otra vez
A modo de homenaje: dos grandes. Como escribí por ahí: ahora el flaco, la negra Sosa, Pappo y Otero tienen locutor para el show. Allá arriba se está armando Badía y Cía.