Conté en alguna oportunidad que mi familia es bastante chica. Pocos tíos, pocos primos, ya sin abuelos, en fin, chica.
Con mis primos tuve una relación bastante estrecha mientras mi abuela María vivió: ella era la encargada de juntarnos a todos, o a la mayoría en su casa: mi hermano y yo (mi hermana más little aún no había llegado al mundo por esos años) y los 3 más grandes de una de las hermanas de mi mamá (que tiene 6 hijos en total, sí, 6 hijos tuvo mi tía, una corajuda!).
Cuando mi abuela falleció se perdió un poco eso de juntarnos tan seguido y pasamos a vernos solo en las fiestas de Año Nuevo.
Siempre hubo, de los seis, algunos con los que tuve más relación que otros, por cuestiones normales, de edad, o de afinidad, o de verlos más seguido.
Uno de ellos es S. S, varón, 25 años, es uno de los primos con los que más me trato. De verlo en su trabajo, de verlo seguido en la casa de mi tío, siempre con una sonrisa, siempre correcto. S tiene una novia desde hace más de seis años: N (y pensándolo bien seguro que hace más de seis años porque con ella fue a mi casamiento, y yo hace 6 años que estoy casada así que sí: más de seis).
N es de esas novias que se ganaron enseguida a toda la familia: mi tía la adoptó como una hija más, es madrina de alguno de los hijos de mis primos, siempre está en cuanta reunión familiar hay, muy simpática y charlatana. Y aunque no la suelo ver seguido siempre me pareció una persona agradable, una buena y linda persona.
Pues bien, a N, de 24 años, hace 3 meses le detectaron cáncer. Y, al margen de lo obvio, de que la noticia cayó como un balde de agua fría, siempre le puso garra y siguió adelante con su tratamiento y nunca la escuchabas quejarse.
Hace unas semanas a N le confirmaron que el cáncer hizo metástasis, y que no hay mucho para hacer. Y hace la misma cantidad de semanas mi primo le propuso casamiento.
Hoy se casaron por civil. Demás está decir que fue una ceremonia extraña. Llegué tarde, cuando ya estaban saliendo del Registro. Y por más que intenté ponerle la mejor cara a la situación no pude evitar pensar en lo amargo de la escena: mi tía esquivando el lagrimón, el resto de mis primos llorando, la madre de N también, todos bah. Raro, triste mezcla de emoción y sabor a despedida. Ojalá, pensaba, los médicos se hayan equivocado y siga con el tratamiento, y la cosa cambie... Ojalá haya sido un mal diagnóstico, pero bajando a la realidad, y habiendo tenido a mi abuela con la misma enfermedad , dios… no se lo deseo a nadie…
Me fui de la ceremonia pensando en el inmenso, inmenso acto de amor del que me había tocado ser parte. La veía a ella ocupada en cuidar su maquillaje, mirando que la peluca no se le corriera, que mantuviera su peinado; él atento a cada movimiento suyo, sonriente, siempre sonriente…
Para mí, que me preocupo por cosas triviales, que rezongo por demás, que me adelanto a los días y ando a las corridas de acá para allá, fue un golpe de realidad la situación: que hay que ver que hay cosas más importantes por las que estar mal, y sobre todo que hay que valorar lo que tenemos en el momento que lo tenemos. Es cliché, ya lo sé, pero cuánto de cierto tiene esa frase.
La pucha, que vale la pena estar vivo…